En los últimos años mi manera de ver la vida ha sufrido un cambio radical. Con mi nueva visión me siento menos estresado, disfruto más las interacciones sociales y soy más honesto con los demás y conmigo mismo. El cambio es tan notorio en mi vida diaria que creo haber encontrado el secreto de la felicidad: el valemadrísmo.
Aclaro que no me refiero a un valemadrísmo desvergonzado del tipo “Hay muchos problemas en el mundo pero me vale madres y no me afecta”, me refiero más bien a una versión zen del valemadrísmo. Para aclarar esto un poco, doy algunos ejemplos de situaciones que antes me causaban estrés y ahora no.
Antes, incluso con amigos, me sentía estresado en las conversaciones porque me preocupaba dar una mala impresión. No era sólo evitar ser grosero, me preocuaba ser juzgado por mi manera de pensar. A veces estaba estresado después de la conversación porque tenía pensamientos del tipo “No debí de haber dicho eso, ahora van a pensar que soy un tonto/insensible/ignorante/…”
Cuando me invitaban a cenar a alguna casa siempre había cierta incomodidad. Me preocupaba la impresión que daría si agarraba demasiada comida y me preocupaba comportarme “como se debe”, lo cual según yo incluye decir siempre no cuando nos ofrecen más comida incluso si nos morimos de ganas por comer más. Con mi nueva filosofía me he dado cuenta que el “portarse como se debe” no tiene ningún sentido.
Hay también mejorías a nivel personal. Ahora me siento menos frustrado con metas inalcanzadas y menos culpable acerca de todo. Me he aceptado a mí mismo porque me vale madres quien soy y que he logrado. En otras pálabras ahora me juzgo menos.
Cuando explico mi nueva postura a otro, mi interlocutor casi siempre piensa que un valemadrísta es un hijueputa. Sin embargo esto no es necesariamente cierto, el valemadrísmo no implica necesariamente hijoputés. En el ejemplo de la centa que di anteriormente, no quise decir que uno debe de tomar todo el vino y comer todo el pan sin importarle los demás, lo que quise decir es que uno no debe sentirse estresado por esto.
Ahora que he mencionado a los hijueputas, esta filosofía también me ha ayudado a no ser afectado por ellos. Doy un ejemplo que es muy instructivo porque además muestra la diferencia clara entre un valemadrísta respetable y un hijueputa. La historia involucra a dos amigos míos a los que, por amabilidad y quizás en contradicción con mi propio valemadrísmo, me voy a referir como Pepe y María en vez de sus nombres verdaderos. Pepe estaba por irse de la ciudad y me invitó a un almuerzo al que iba con otros amigos. Cuando llegué a la estación de metro cercana al restaurante me encontré con María, nos saludamos y me preguntó que hacía por ahí, le dije voy a un almuerzo con Pepe, ¿y tú?, ella respondió: Voy al mismo almuerzo ,pero no sé porque te te invitó Pepe si yo le dije que era petit comité. Inmediatamente me di cuenta de que no me sentía culpable ni fuera de lugar, me sentía normal e incluso entretenido por la osadía del comentario. Hace algún tiempo este comentario me hubiera hecho sentir incómodo y me hubiera impedido disfrutar el almuerzo. En esta historia yo soy el valemadrísta respetable, María es la hijueputa y su ridículo intento de arruinarme el almuerzo falló gracias a mí nueva filosofía.
Resumiendo, adoptar el valemadrísmo reduce dramáticamente el estrés de la vida diaria. Un valemadrísta no es necesariamente un hijueputa, pero puede convertirse en uno si toma la filosofía demasiado en serio. Espero que el lector encuentre estas ideas interesantes, y si no es así pues ¿que cree? …